La circular de noviembre 2018 explica el viaje de los días 2, 3 y 4 pero ni de lejos puede reflejar las emociones que sentimos los 56 afortunados que pudimos ir. Un principio poco prometedor, pequeño fallo de empresa de autocar y no está para las 7.30. Subsanado por el empeño de Nieves, salimos sobre las 9.00. Primera parada Gorafe, donde el encantador guía Manuel nos lleva por los dólmenes con explicaciones claras y eficientes para recuperar algo del tiempo perdido a primera hora.
En Gorafe comimos estupendamente, migas buenísimas y yo elegí Choto tras algo de confusión por el acento del lugar entre choco/choto, bichos muy diferentes. Centro de interpretación y luego la sorprendente ruta por los acueductos naturales de Toril, qué maravilla escondida detrás del balneario Alicún, Manuel sigue atento a todas las preguntas y con mucho cuidado de no perder a nadie ya que se nos echaba encima la noche. Seguimos al hotel Nuevo Torreluz en Almería, y tras unas dudas lo encontramos- estupendo, cómodo, amables y eficiente en recepción. Cada uno se buscó su cena ligera, tapa, cerveza etc. o directamente a la cama. Buen desayuno y a las 9.30 en bus para ir a Cabo de Gata, archiconocido por fotos pero siempre sorprendente «en persona», nos encantó y nuestra guía para hoy, la estupenda María, se desvivió para explicarnos todo y contestar las múltiples preguntas. Nos acercamos al Jardín Botánico -más preguntas- y el centro de interpretación de las antiguas minas de Rodalquivir, muy bien presentado y con su interesante vídeo.
En San José otro magnifico almuerzo y… a andar buscando la Playa de los Genoveses que parecía alejarse cada vez más. Una vez encontrada, el sol se ponía prestando tales colores al mar, a la playa, a las rocas y a las nubes que María tuvo que empujarnos para volver, por una ruta más corta por el acantilado; llegamos al bus de noche para variar. Repe de la noche anterior en Almería y el domingo Nieves había logrado que pusiesen el desayuno más temprano para coger fuerzas para el tercer día: maletas y al bus camino a más sorpresas, Sorbas y una ruta por el río Aguas y sus molinos. Partiendo de una «eco-aldea» el camino se complica con rocas para escalar, filos de barrancos, puentes rústicos de tablillas, estrecheces entre juncos hasta llegar al nacimiento del rio. Nuestra joven guía, Carolina, nos animaba con un toque de humor sarcástico, y llegamos bastantes personas hasta el final. Volvimos recogiendo algunos que nos esperaban por el camino para dirigirnos al último desafío (opcional): recorrido por las cuevas kársticas de yeso, decidimos entrar 21, y los 35 sensatos restantes del grupo se fueron a visitar el pueblo, ver el centro de interpretación y tomar una bien merecida cerveza. Los 21 intrépidos (¿insensatos?) dejamos todo – mochilas, bastones, móviles, cámaras- en taquilla, pusimos cascos pesados provistos de potentes lámparas y nos dirigimos a la entrada de las cuevas. Madre mía, que aventura: tropezando sobre piedras, trepando por imposibles rocas gigantescas, metiéndonos por huecos mínimos donde algunos temíamos quedar atrancados para el resto, espoleados por el peculiar sentido de humor de Carolina: ‘todos sabéis nadar? Habéis visto el pronóstico del tiempo? Es que esto se inunda hasta arriba. Los derribos son frecuentes….’ Andábamos en cuclillas, de rodillas, nos arrastramos panza-abajo o panza-arriba según la inclinación, los cabezazos contra las rocas salientes o bajos nos hacía temer por el casco; un insigne miembro del grupo decidió intentar rodear un obstáculo por otro lado, se hundió en un barrizal y hubiera desaparecido cuesta abajo si no pide socorro y dos del grupo lograran sacarlo. Llegado al fondo de la enésima cueva nos hizo María apagar las lámparas, qué oscuridad más densa! El grupo magnífico, ayudando y animando a los que más lo necesitábamos (GRACIAS COMPIS), y la guía, pequeña pero con una fuerza titánica, logrando hacernos subir por dónde hacía falta una grúa. Atrapados en el último angosto paso, a cada uno nos sacó una foto (dijo que era obligatorio) y luego nos sacaron unos cuantos euros para llevarnos el testigo de ‘prueba superada’. Otro estupendo almuerzo y al bus camino a Córdoba.
Nieves ha trabajado 2 años para montar este viaje, una experiencia increíble que da fe de que muy cerca de casa tenemos paisajes extraordinarios, como el Cañón tipo Colorado, acantilados con sus Sirenas, rutas entre monumentos naturales milenarios, pueblos encantadores con habitantes amigables, restaurantes de mucha calidad, en fin, ha sido una experiencia única, gracias a Nieves, que lo ha currado ella, sin recurrir a lo fácil: encargarlo a una agencia de viajes que, seguramente, hubiera duplicado el precio o regateado calidad en alojamiento y comidas que al final echa una sombra sobre la experiencia. Una última palabra para agradecerle al conductor del autocar, sacado de la cama para ir a una zona desconocida en un puente que iba a pasar en familia, y que no tuvo ni una palabra de queja. Gracias a todos, y hasta la próxima aventura.
Patricia Sneesby