Un bonsái es un árbol plantado en una maceta. Por supuesto, es un árbol de pequeño tamaño, pero, aparte de esto, es un árbol con todo lo que ello implica.

El bonsái en otoño es como el árbol en otoño. El descenso de la temperatura y la disminución de las horas de luz hacen que las especies de hoja caduca comiencen a perder las hojas. Pero antes, al igual que los árboles en la naturaleza, aparecen los colores otoñales: amarillo, ocres, naranjas, rojos y granates, la misma gama de tonalidades que podríamos ver en el bosque. Además, una vez han caído las hojas, podremos apreciar la fina ramificación que se consigue en algunos ejemplares.

Las especies de hoja perenne se mantienen siempre verdes. Sacrifican la vistosidad de las caducifolias a cambio de la constancia de su follaje. Pero algunas de ellas ponen también su toque de color, porque el otoño es, además, la época de las bayas y los frutos.

Carpinus Turczaninowii
Carpinus Turczaninowii

El hecho de que un bonsái mantenga todo el ciclo evolutivo de un árbol es indicativo de su salud y vigor. Un árbol enfermo, desnutrido y mal cultivado apenas podrá florecer y, menos aún, fructificar, ni desarrollará plenamente los colores otoñales. Hay que reconocer que cuando se oye hablar del bonsái sin tener conocimientos sobre el tema, podemos pensar en “árboles enanos, desnutridos y constreñidos, quizás grotescos”. Un seto, el césped bien cortado, un árbol frutal correctamente podado o una planta a raíz desnuda en un vivero, probablemente no despierten ese “desasosiego” que el bonsái produce en algunas personas.

Pero las técnicas de cultivo son las mismas y, además, están aplicadas con un sentido estético, lo que llega a hacer del bonsái una auténtica obra de arte.

Acer shishigashira

Por último una recomendación cuando nos encontremos ante un bonsái, no debemos dejarnos llevar por el tamaño, ni la edad, ni lo exótico de la especie. Lo importante es la sensación que produce su contemplación.

Es frecuente que un determinado árbol transmita “algo especial”. Puede que no sea el más pequeño, ni el más grande, ni el más viejo, ni el más vistoso, pero será “ese” el árbol con el que hemos conectado.

Miguel Torres Avisbal 
Jara nº6 – Febrero 2002